
Una mañana de abril hace ya dos años, cinco jubilados se juntaron en la plaza de Boulogne. Al verse de nuevo a todos les dio una gran alegría. Comenzaron a charlar de sus vidas actuales. Rosa y Luis comentaron sobre su feliz matrimonio. Carlos, por su parte, habló de sus nietos y sobre lo orgulloso que estaba de los pequeños. Antonieta acotó sobre la salida de anoche con su esposo y finalmente Alberto, con su humor tan característico contó sobre su nuevo vecindario. Luego de tomarse unos mates, los jubilados empezaron a hablar sobre su adolescencia, los tiempos en la escuela, las salidas por las noches, las parejas antiguas, y todos rieron juntos. Hasta que en un momento Luis, luego de un suspiro, dijo:
- Es increíble cómo pasa el tiempo, días atrás todos nosotros éramos jóvenes llenos de vida y energía, siempre con ganas de investigar y descubrir. Y mírenos ahora, el tiempo se ha llevado parte de nosotros y de nuestros antiguos cuerpos ya no quedan siquiera rastos,
La tristeza se adueñó de la ronda en la cual todos se encontraban sentados y se quedo allí durante unos minutos que parecieron interminables, hasta que Carlos dijo:
- El tiempo podrá dibujarnos arrugas en la piel y podrá volver nuestros movimientos cada vez más lentos. También podrá llevarse nuestra memoria ya casi inexistente, y sacarnos la fuerza que solíamos tener. Pero nunca alejara de nosotros aquellos recuerdos felices ni el espíritu aventurero que vive dentro de nosotros. Si luchamos contra él día a día el tiempo nunca podrá apagar la llama que nos mantiene vivos.
Esto hizo reflexionar a los jubilados y llegaron a la conclusión de que su vida había sido perfecta, pero que aún no había terminado.
Esa mañana todos volvieron a sus casas un poco confundidos, como asombrado por lo comentado por Carlos: él, casi sin darse cuenta, había resuelto un problema existencial.
Desde entonces, los jubilados se juntan cada mañana de los martes, pero no solo a recordar los viejos tiempos y las anécdotas de siempre, ahora ellos no se limitan, siguen adelante sin importar el envase, ahora hacen lo que siempre quisieron: viven la vida.
Cecilia Trivi
- Es increíble cómo pasa el tiempo, días atrás todos nosotros éramos jóvenes llenos de vida y energía, siempre con ganas de investigar y descubrir. Y mírenos ahora, el tiempo se ha llevado parte de nosotros y de nuestros antiguos cuerpos ya no quedan siquiera rastos,
La tristeza se adueñó de la ronda en la cual todos se encontraban sentados y se quedo allí durante unos minutos que parecieron interminables, hasta que Carlos dijo:
- El tiempo podrá dibujarnos arrugas en la piel y podrá volver nuestros movimientos cada vez más lentos. También podrá llevarse nuestra memoria ya casi inexistente, y sacarnos la fuerza que solíamos tener. Pero nunca alejara de nosotros aquellos recuerdos felices ni el espíritu aventurero que vive dentro de nosotros. Si luchamos contra él día a día el tiempo nunca podrá apagar la llama que nos mantiene vivos.
Esto hizo reflexionar a los jubilados y llegaron a la conclusión de que su vida había sido perfecta, pero que aún no había terminado.
Esa mañana todos volvieron a sus casas un poco confundidos, como asombrado por lo comentado por Carlos: él, casi sin darse cuenta, había resuelto un problema existencial.
Desde entonces, los jubilados se juntan cada mañana de los martes, pero no solo a recordar los viejos tiempos y las anécdotas de siempre, ahora ellos no se limitan, siguen adelante sin importar el envase, ahora hacen lo que siempre quisieron: viven la vida.
Cecilia Trivi
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