Todo sucedió muy de repente, en el momento en que dos amigos, Sebastián y Axel, estaban caminando en la plaza Belleira de La Fabella, se escuchó un fuerte disparo proveniente de uno de los edificios cercanos.
Lo que sintió Axel en ese momento fue el peor terror de su vida, ya que de la parálisis que dominaba su cuerpo entero solo pudo notar que tenía sangre en la ropa. Pero lo peor no había pasado: el disparo no le había dado a él, sino a Sebastián, quien se sostenía la zona estomacal. La desesperación de Axel era muy grande, ya que no sabía si el tiroteo había finalizado, no sabía cómo pedir ayuda a las alarmadas personas que salían corriendo del lugar a toda velocidad, no sabia cómo ayudar a Sebastián y sentía terror por levantar la cabeza hacia los edificios, que eran más grandes que nunca.
Enfriando la cabeza un segundo, Axel le colocó un torniquete elaborado con su camisa a Sebastián, que se estaba volviendo cada vez más pálido. Con el correr del tiempo, lo levantó, y llevándolo al hombro, trotó hasta el almacén de la esquina, donde había gente interesada por lo sucedido.
Al llegar a una distancia de diez metros del almacén, un hombre muy alto lo ayudó a transportar a su pesado amigo. Lo transportaron hasta el banco del almacén, donde se sentó con toda dificultad.
El dueño del almacén no podía llamar a la policía de los nervios, asi que el hombre alto se ocupó de eso cuando Axel se sentó junto a su amigo.
-¿Estás bien?- le preguntó Axel.
No fue una pregunta muy inteligente, viendo la situación de Sebastián; pero igual le respondió con mucho dolor en su voz:
-No, ¿Qué pasó?-.
-No tengo la menor idea-.
La ambulancia no tardó en llegar, y ambos subieron, aunque Sebastián en una camilla.
La mirada de el enfermero iba desde la herida en el estómago hasta el rostro del joven muchacho. Axel notó en los ojos del enfermero mucha desesperanza con respecto a su amigo, asi que se apresuró a preguntar:
-¿Se pondrá bien?-
-Ya veremos qué dice el doctor- dijo fríamente el enfermero, quien sostenía el torniquete con mucha fuerza para evitar la hemorragia. Axel se desesperaba cada vez más al ver que no dejaba de sangrar.
El viaje hasta el hospital fue eterno, pero cuando llegaron, el enfermero bajo la camilla a una velocidad increíble. Axel tuvo que correr atrás del enfermero, hasta que en un punto una anciana de guardapolvo lo detuvo con facilidad:
-No puedes entrar, tendrás que esperar aquí-.
-¡No!, tengo que ir con él, tengo que saber cómo está…-.
-Entiendo lo que estás pasando joven, pero no esta permitido entrar a la sala de operaciones-.
-No tiene una idea de lo que estoy pasando-. Con estas palabras le brotaron lágrimas en los ojos a Axel, quien se sentó en el asiento más cercano.
Ese fue uno de esos momentos en el que los minutos se hacían horas; con cada minuto la angustia crecía, las lágrimas brotaban, la esperanza disminuía…
Luego de varias horas, el mismo enfermero que estaba en la ambulancia salió de la sala de operaciones, haciendo que Axel se levantara de un salto y se abalanzara sobre él llenándolo de preguntas:
-¿Cómo está?, ¿se va a poner bien?...-.
El enfermero le indicó a Axel que se sentara, pero no accedió y permaneció parado frente al joven enfermero, cuya expresión no se puede describir con ninguna palabra existente:
-Sebastián murió-.
-¿Qué?-
-No pudimos hacer nada, la hemorragia aumentó y falleció-.
Con estas palabras Axel sintió como si se le saliera el alma por la boca, sintió como si le tiraran un balde de agua fría por todo el cuerpo; se quedó mirando al enfermero sin darse cuenta de que lo que de la realidad de la situación.
Al enfermero se le llenaron los ojos de lágrimas y abrazó a Axel como si fuera su propio hermano.
Los padres de Axel llegaron justo después de los aterrados padres de Sebastián, quienes no miraron a Axel en ningún momento, ya que no entendían nada de lo sucedido.
Días atrás, un hombre con enfermedades mentales había comprado un piso en el edificio Janeiro, donde tardó días en transportar sus cosas desde su antiguo domicilio. Este hombre, Jacinto Ramos, nunca salió de su edificio desde que terminó de transportar sus cosas, lo que levantaba sospechas en los vecinos de otros pisos.
Lo que no sabían los vecinos era de la gravedad de la enfermedad de Jacinto, ya que tenia desórdenes mentales continuamente.
Fue en uno de esos desórdenes cuando se le ocurrió disparar a mansalva por la ventana que daba a la plaza. Sin apuntar siquiera apretó el gatillo y disparó.
El disparo atravesó toda la plaza, hasta que encontró destino con un joven, quien cayó rendido al suelo.
Viendo esta situación, Jacinto salió de su departamento y corrió en dirección opuesta a la plaza, corriendo en zigzag por las calles de La Fabella, hasta que llegó a la esquina de una calle principal, donde un camión lo atropelló con una fuerza letal, dejándolo muerto contra la acera.
Nunca se supo de dónde salió el disparo, ni se investigó demasiado por averiguarlo.
Todos lo conocieron como “El homicidio de la plaza Belleira”, pero nadie entendió la situación que vivieron los padres de Sebastián, los padres de Axel, Axel y hasta el propio Sebastián esa tarde soleada en Brasil.
Fernando De Pasquale y Sacha Coll.
Triste realidad
Hace 11 años
Jaja, esta muy bueno, me gusto mas porque esta mi nombre :P, iguamente esta muy bueno xD, pero que final groso, murio Sebastian :P. Lo que estaba bueno era que estabamos en Brazil (H), toda la onda. Gracias por incluirme en la novela.
ResponderEliminarAxel